A lo largo de este blog,
vamos a ir desgranando características personales para ganar en liderazgo dentro
de una organización empresarial o política y para poder apoyar una buena estrategia de comunicación en
esos puntos auténticos que contrarrestan las carencias que, por
naturaleza, tenemos todos.
Crear una buena marca personal, más
necesaria que nunca en los tiempos que corren, ejercer un liderazgo real ante
nuestros diferentes públicos, convertirnos en buenos y auténticos
comunicadores, líderes de opinión, agentes mediáticos,... requieren de grandes
dosis de autenticidad. No sólo "somos lo que hacemos" sino que
"somos como somos" y eso no se puede cambiar.
Las personas auténticas llegan. Convencen.
Arrastran. Crean. Son valoradas, tenidas en cuenta y reclamadas. Todos
conocemos dirigentes que crean un halo determinado en torno a su figura.
Que intentan ocupar un espacio que no les corresponde. Que se perfilan con unas
cualidades que no son las propias. La autenticidad es ser como es uno mismo,
procurando aplacar los puntos negativos fortaleciendo las propias virtudes
personales.
La falta de autenticidad personal implica
el miedo al rechazo y al fracaso, las presiones sociales del entorno para
adaptarse y vivir de forma no auténtica, y, fundamentalmente, la falta de
comprensión de lo que significa e implica la autenticidad. Como consecuencia
de todo esto, la persona trabaja por mostrar su "mejor
cara" y expresar lo que el entorno y sus públicos esperan de él, para
ser percibido de manera positiva. Realmente, todos estos factores impulsan y
limitan los pensamientos, las percepciones, los sentimientos y las elecciones
diarias de cada uno que minan lo que transmitimos cuando creemos que también
"somos lo que hacemos"
¿Qué pasaría si lanzamos una campaña de
comunicación con un producto que carezca de esa autenticidad? ¿Qué percepción
obtendríamos en nuestros públicos? ¿Cuánto tiempo podríamos mantener el
liderazgo de ese producto? Ahora, párate a pensar y analiza qué pasaría si el
producto eres tú mismo.
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